Antecedentes

1907-1994
En 2017 se cumplen cien años del momento en que el nombre de Santa Criz de Eslava se reflejó por primera vez en una publicación científica. Fue en 1917 cuando Juan Castrillo, entonces párroco de Sada, publicó en el Boletín de la Comisión de Monumentos de Navarra un miliario de los emperadores Maximino y Máximo fechado en el año 238 d. C. y hallado en la Fuente del Moro, al nordeste del cerro de Santa Criz. A él le seguiría, más tarde, otro miliario del emperador Probo –de los años 276-282 d. C.– que figuraría en el Boletín de la Real Academia de la Historia publicado por Fidel Fita (1835-1918), uno de los grandes eruditos de la Antigüedad de finales del siglo XIX y comienzos del XX.
La repercusión de estas publicaciones hizo que Julio Altadill (1858-1935) y, especialmente, el jesuita de Javier Francisco Escalada (1870-1946), llamasen la atención de la presencia en Santa Criz de una importante ciudad romana al pie de la vía entonces denominada “Jaca-Rioja”. Aunque ni Altadill ni Escalada realizaron excavaciones en el lugar, al segundo le debemos el hallazgo de un buen número de inscripciones tanto en La Venta de Eslava como en El Solano de Aibar algunas de las cuales, tras exponerse en la colección arqueológica de los PP. Jesuitas de Javier pasaron al Museo de Navarra que, de hecho, guarda un buen lote de material sobre todo epigráfico.

Los primeros sondeos no llegarían hasta 1946 y serían obra de los grandes padres de la Arqueología romana en Navarra, Blas Taracena (1895-1951) y Luis Vázquez de Parga (1908-1994) que excavaron en la parte alta del cerro descubriendo los basamentos de un gran edificio público, ahora cubierto por la maleza. Lo hicieron en el contexto de sus trabajos en Los Casquilletes de San Juan de Gallipienzo donde hallaron una inscripción funeraria romana e importantes relieves sobre los que luego se interesaría José Mª Blázquez (1926-2016) justo en los años en que también José Rubio (1926-1987) o Antonio García y Bellido (1903-1972) dieron también a conocer importantes materiales de la ciudad, como la placa del dispensator Athenio o el altar al deus magnus Peremusta, ofrecido por Aracca Marcela.

Pero, realmente, Santa Criz de Eslava no saldría a la luz hasta los últimos años 90. Fue entonces cuando, gracias al Ayuntamiento de Eslava, a Cederna Garalur y al Gobierno de Navarra, las arqueólogas Tx. Mateo, R. Armendáriz y P. Sáez iniciarían excavaciones periódicas en el lugar supervisadas por el Servicio de Patrimonio Histórico del Gobierno de Navarra. Los hallazgos de la necrópolis, primero, y del sector meridional del foro, después –con notables elementos arquitectónicos y monumentales– han acabado por convertir Santa Criz de Eslava en uno de los más atractivos enclaves romanos de Navarra enclave al que, ahora, centenares de visitantes dan vida semanalmente.
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